La Leyenda Padillana ▆ ▆ ▆
Cuentan los ancianos más mayores de este pueblo, que han sido muchos los años y siglos desde que transcurrió dicha leyenda. Cargada de rumores y fantasía ésta historieta pasó de generación en generación, hasta llegar a nuestros tiempos en los cuales no sabemos si la leyenda es cierta o un rumor extendido...
Dicha historieta comienza con un campesino que vagamente y con la cabeza contemplando el suelo, caminaba por un sendero en busca de su parcela para iniciar su laborioso día de trabajo en el campo. Dicho campesino era joven y muy tímido, y en ese momento se encontraba en un pequeño desfiladero por el cual bajaba un pequeño arroyo. El campesino se quedó cerca del arroyo, allí se lavó la cara concienzudamente y luego contempló el paisaje lleno de árboles entre las dos grandes paredes de roca que formaban el desfiladero.
Continuó andando, hasta que de repente escuchó los gritos de auxilio de una mujer. El hombre observó a su alrededor y se dirigió al lugar donde se escuchaban los incesantes ruidos, pero para su sorpresa topó con la pared del barranco. De nuevo escuchó los gritos, y comprendió que la mujer se encontraba en lo alto del desfiladero. Escaló difícilmente la empinada pared del pequeño desfiladero hasta llegar a la parte superior. Miró la extensa llanura que había y detuvo su mirada en la preciosa torre que se encontraba cerca de él. Se apresuró a llegar a la torre donde escuchó de nuevo los ruidos y gritos procedentes de la única ventana que tenía.
-¡Por favor ayúdame amable viandante! un grupo de ladrones, me raptaron en un camino y me encerraron en esta torre para que mi padre pagase por mi rescate.
-¿Cómo puedo ofrecerte tal ayuda, si no hay ninguna puerta por la cual entrar?
-Si os fijáis detenidamente, veréis que en la pared que hay detrás de mi ventana se encuentra escondida una larga cuerda, con la cual los ladrones me subieron a la torre. Si tienes valentía y fuerza, arrojadla hacia mi ventana que yo la amarraré para poder bajar.
El campesino notó el acento de la muchacha un tanto extraño, pero sin detenerse en ello, cogió la cuerda y la tiró hacia la ventana. Con tan mala puntería que hasta la tercera vez no acertó a dar con la ventana. La muchacha cogió la cuerda desesperada y al poco rato empezó a bajar por la torre con mucho cuidado. Al llegar al suelo, el campesino se fijo en que era mora y debía ser hija de una persona adinerada, ya que vestía un lujoso atuendo. Se fijó en que su cara la cubría un paño de seda anaranjado, el cual sólo dejaba ver sus dos ojos de color verde oscuro.
-¡Mil gracias amable campesino! quisiera recompensarte por tu noble hazaña ofreciéndote este presente que mis malhechores buscaban-dijo la mora sacando de entre su vestido una pequeña bolsa de cuero marrón- Y para que veáis que mi agradecimiento no es en vano tomad estas monedas-dijo la Mora ofreciéndoselas- espero que os sirvan para llevar una mejor vida.
-¡Sois muy amable!
-Tan solo he de advertiros que el saco de cuero debeis de abrirlo lo más tarde posible para que así mi regalo no haya sido en vano porque sino...-la Mora miró al cielo, y contempló el sol sobre su cabeza- amable campesino he de partir a la tierra a la cual pertenezco...
La Mora le dio la espalda al campesino y se puso a andar por la llanura, mientras su vestido y sus paños de seda eran mecidos por el viento.
-¡Señorita se equivoca usted de dirección, el pueblo está en la dirección contraria!-dijo gritando el campesino- ¿no estará usted más segura allí que si deambula por los bosques sola?
La Mora siguió caminando ajena a lo que el campesino le había advertido. El campesino al ver que no le hacía caso, colocó las monedas en su bolsillo derecho y el saquito en el bolsillo izquierdo. Regresó al pueblo contento por su hazaña y al toparse con un viejo este le dijo:
-¿Y esa cara de felicidad?
-Pues ya ve usted hoy me siento afortunado.
-¿Afortunado por tener que trabajar? Pues menuda alegría.
-No es por eso, sino porque hoy he salvado a una noble dama mora a manos de unos raptores que vilmente la habían secuestrado en una torre cuya única entrada era una ventana.
-¿A una dama mora?... ¿en una torre?-dijo el anciano poniendo cara de incredulidad.
-Sí en efecto.
-Deja de inventarte mentiras y ponte a trabajar que eso es para lo que...
El hombre se quedó callado y se puso a pensar. El campesino al no saber lo que le pasaba, pasó de largo.
-¡Chico!-gritó alarmado.
El campesino de dio la vuelta y vio al anciano que le hacía señas para que se acercase.
-Chico la mora que viste era de piel morena y de vestiduras anaranjadas.
-Si ¿cómo lo sabe? ¿es usted brujo?
-¿Acaso no sabes de la leyenda de la Morama?
-¿Morama? ¿Se encuentra usted bien?
-Pues resulta que dicha mora fue raptada por unos comerciantes, los cuales querían sacar provecho de ella y pedir un rescate imposible de pagar. La encerraron en una torre, y los muy descuidados se fueron a recoger la recompensa dejando a la joven Mora comiéndose la cabeza con el dilema de que si no conseguían el rescate, volverían y harían casar a la Mora con un despiadado comerciante. La Mora en su soledad dentro de la torre sabía perfectamente que su padre no tenía ni la mitad del dinero para poder pagarles; así que se subió al alfeizar de la ventana y mientras contemplaba la abrupta caída pensó en dos cosas: si se tiraba y conseguía sobrevivir pediría ayuda en el pueblo cercano, pero si por el contrario moría en el intento se salvaría de ser la mujer y esclava del comerciante. La Mora al no ver mejor opción, no vaciló en dar el salto y en breves segundos se escuchó un fuerte golpe seguido de un gran silencio. Desde ese momento cuentan que el fantasma de la Mora vaga por los alrededores de la torre buscando a gente que le pueda ayudar a escapar... ¡No lo entiendes chico la muchacha que has visto era tan solo un fantasma!... No te habrá hecho el regalo de la...
En ese momento el campesino salió corriendo por el camino de donde venía.
-... de la inmortalidad...-termino de decir el viejo sin que el joven le escuchase.
El anciano entró en su casa, y se puso a pensar:
-Mas vale que el joven sea prudente y no abra jamás esa bolsa, ya que sólo tendrá que abrirse en el momento oportuno de la muerte para obtener la inmortalidad; de modo que si se abre antes por culpa de la ambición y la codicia, podría pasarle lo peor...-dijo contemplando un saco de cuero de color marrón que tenía encima de la mesa.
El campesino se encontraba corriendo por el camino de tierra, cruzó el pequeño arroyo y llegó al barranco de piedra. Al subirlo a toda prisa volvió a ver la gran llanura y a su lado, los restos de lo que en su día fue una gran torre.
Furioso, cogió una piedra y la tiró contra la pared de la torre. Acto seguido bajó el escarpado barranco y se acercó al arroyo. Allí se lavó la cara y reflexionó sobre lo que había ocurrido. Al recordar lo que había sucedido, se acordó de los regalos que le hizo. Primero metió su mano en el bolsillo derecho y sacó un puñado de piedras que en su momento fueron monedas de oro.
Al campesino le temblaban tanto las manos que las piedras acabaron cayendo al pequeño arroyo. El campesino que se encontraba arrodillado en la orilla del arroyo, metió su mano en el bolsillo izquierdo en el cual, para su asombro, encontró el saco de cuero cerrado por una correa. Sin más dilación quitó la correa y metió la mano para rebuscar en su interior, al no encontrar nada miró el interior del pequeño saco. El fogonazo de luz que recibió fue tal que soltó el saco de entre sus manos, y se las llevó a los ojos los cuales le empezaron a llorar descontroladamente. Se echó agua del arroyo a los ojos y se los fue aclarando.
Cuando parecía que recuperaba la visión, aunque seguía viendo algo borroso, se acercó al arroyo y contempló en su difuso reflejo que tenía los ojos completamente blancos, horrorizado de su reflejo contempló una figura oscura que se encontraba cerca de su reflejo en el agua; extrañado se giró y pudo ver detrás suya a la Mora, la cual le miraba fijamente a los ojos. El campesino empezó a marearse y a encontrarse mal. La Mora se acercó cuidadosamente y puso su mano sobre el hombro del campesino y en ese instante el campesino sintió un fuerte pinchazo en el pecho.
A los pocos días unos pastores que pasaban por el arroyo para dar de beber a sus ovejas, se encontraron a un joven tendido en la orilla del arroyo con una venda de seda de color naranja que le tapaba los ojos. Fueron a levantar al muchacho cuando de repente escucharon los gritos provenientes de una mujer en apuros en lo alto del barranco...